sábado, 23 de agosto de 2008

Los wichies

LOS WICHIS


(Wichís: voz que significa “paisano” en el lenguaje wichí y con la que eligen ser llamados)
La nación mataca llegó a ocupar un área relativamente extensa, ya que se los podía encontrar en territorios de las actuales provincias argentinas de Chaco y Formosa, como también en las zonas cercanas a los actuales países de Bolivia y Paraguay. Las aldeas Matacas estaban ubicadas, en su mayoría a lo largo de las márgenes de los ríos Bermejo, Teuco, Pilcomayo y otros de menor caudal.
La fisonomía del indio mataco no fue tan agradable al hombre blanco como la de otras tribus. De cara más achatada que la del toba, presenta ojos más grandes y alargados, oblicuos hacia el lado de la nariz. En la cara ancha con pómulos muy pronunciados se distinguen la frente reducida, la nariz achatada, la boca grande con labios gruesos y pequeños dientes, parejos, blanquísimos y tan fuertes que ni en los ancianos disminuían su vigor. La cabeza grande y maciza cubierta por cabello largo y revuelto. De espalda y pecho anchos, piernas y brazos bien proporcionados, los pies mas bien chicos al mismo tiempo que vueltos hacia adentro.
Trabajadores responsables, son a la vez reservados y desconfiados. El idioma resulta difícil y de pronunciación dura. La sintaxis es simple y directa, como ocurre con todos los pueblos sin literatura, el vocabulario no contiene más que las palabras correspondientes a las necesidades diarias, faltan por ello los conceptos más elevados que impliquen abstracción
La alimentación mataca era vegetal y animal, comían las piezas obtenidas en la caza, pescados de ríos y esteros, frutos silvestres. En algunas oportunidades sometían la carne a la acción del fuego, para ello hacían girar entre las manos un madero cilíndrico sobre otro puesto horizontalmente, hasta encender el aserrín resultante. Gustaban muchísimo de las bebidas alcohólicas, obtenidas por la fermentación del fruto del algarrobo, también conocieron el tabaco.
Construían sus viviendas con ramas plantadas en el suelo conformando una bóveda en la parte superior, sobre ellas arrojaban abundante paja hasta cubrirla por completo. Estas casas eran siempre bajas variando el tamaño de acuerdo al número de habitantes del núcleo familiar. Los poblados se formaban por la agrupación de un número variable de construcciones. Cuando debían mudarse acostumbraban a quemar sus chozas.
Los elementos utilizados en la vida diaria eran escasos, un limitado ajuar doméstico, unas pocas pieles para acostarse, algunos cacharros de barro y bolsas que colgaban en las paredes. En la puerta de cada casa plantaban una lanza y junto a ella el arco y las flechas.
En su estado natural – es decir viviendo en la selva- ambos sexos no acostumbraban a llevar ropas, fuera de ella los hombres usaban taparrabos y las mujeres una manta o delantal de tela o cuero, cubriendo desde la cintura a las rodillas. Ambos sexos usaban camisas tejidas por ellos mismos y calzaban ojotas. En cuanto a los adornos se pudo observar collares, pulseras de cuero y vinchas de plumas de avestruz. Estas últimas eran portadas como amuletos, también cintura, muñecas y tobillos podían ser adornados con plumas. El tatuaje era un adorno más, además de una costumbre entre estos pueblos. Las formas eran geométricas. Así mismo, recurrieron a la pintura en la cara como manifestación del estado afectivo, así el negro indicaba duelo, el rojo y el verde eran colores también usados.
La familia, monógama surge del matrimonio que se realiza previo convenio entre los pretendientes. En épocas prehispánicas algunos individuos convivían con dos mujeres bajo el mismo techo. La delimitación de actividades masculinas y femeninas era clara. El hombre llevaba a la familia los alimentos, fabricaba armas y guerreaba, mientras que todas las otras tareas del autoabastecimiento familiar y social corrían por cuenta de la mujer. Los niños, muy considerados, se criaban bajo la directa vigilancia de la madre.
Las agrupaciones de matacos re4conocían jefe o caciques que los dirigían durante la guerra y que presidían en muy contadas ocasiones la vida interna del pueblo. Para un mejor ordenamiento, distinguían al cacique general de los secundarios y de los capitanejos, de áreas de dominio más restringidas. En su relación con el blanco no fueron particularmente agresivos, no obstante, se tiene la certeza de que sus guerras intestinas han sido continuas y sangrientas. Según algunos autores los motivos podían ser la invasión de una tribu de la jurisdicción de pesca o caza de otra, la venganza de simples ofensas, etc. Los ataques se llevaban por sorpresa, las poblaciones que los sufrían quedaban arrasadas, viviendas incendiadas, mujeres y niños capturados, prisioneros adultos muertos.
No conocieron el comercio, realizando simples trueques o intercambios con pueblos limítrofes, de este modo conseguían productos que les interesaran para uso en la vida diaria.
No sucedió lo mismo con respecto a la expresión artística, que era ejercitada por ellos. Si bien sus aptitudes eran limitadas, se exteriorizaban a través de ornamentos, alfarería, danzas y cantos.Tejidos, bolsas y otros trabajos con fibras eran adornados de modos diferentes, también las pipas de madera no representaban lisas sino con delicados ornamentos. La alfarería no tuvo destacada importancia, siendo muy escasos sus cultores.
Sus sencillas danzas consistían en rítmicas carreras en círculos, zig zags, movimientos repetitivos, etc. Lo mismo ocurría con los cantos, igualmente primitivos, construían pequeños silbatos de madera mediante los que emitían sonidos. Los cantos, junto con gritos y saltos, constituyeron uno de los procedimientos de sacerdotes o hechiceros para curar a los enfermos, hacían las veces de médicos.
Así vivieron los representantes de uno de los grupos indígenas del Chaco, cuyos descendientes aún se encuentran en algunas poblaciones de la provincia.

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